martes, 7 de junio de 2011

Amurada.



Ser mujer en la quietud de este hacinamiento,
no equivale solo a llevar al útero dormido dentro, 
mas de eso no se trata,
sino de la mas violenta desfascinación por la vida.       

De ultrajada manera se eriza la piel
ante semejante reproche del cuerpo,
por exigir aquella porción de vitalidad
que ya no ve: sentir.
Alcanza a exteriorizar pequeñas agüitas,
y entre poco se recupera
y se duerme de tanta esclavitud.

¿Ya les he dicho que ser mujer ahí dentro
solo se compara con lo impensable?
Se caería el sol de semejante frialdad,
si estos versos contaran del manoseo
que muerden a estos amurados restos de carne y hueso.

Ser mujer en la rosa mas espinosa
que legitiman un par de bufones sin música,
es una simple imagen de lo que una resiste,
de lo que el cuerpo aguanta,
y sin pensarlo dos veces, de una sinfonía rota
que ya no vuelve a sonar...


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